Algunas de las patologías que afectan a las mujeres, como la endometriosis o el síndrome del ovario poliquístico, están influenciadas por el equilibrio de la microbiota intestinal y vaginal. La ginecóloga experta en Microbioterapia Annalisa Di Rocco explica por qué es importante poner el foco en nuestras bacterias y cómo los probióticos pueden ayudar a tratar estas enfermedades
Gráfico elaborado por el equipo de Nutribiótica
Hasta hace unos años, escuchar hablar de microbiota en las consultas médicas era una excepción. A día de hoy, la investigación ha avanzado tanto que la evidencia científica hace imposible negar la importancia que los billones de bacterias que nos habitan tienen para nuestra salud. No son pocas las voces dentro del mundo médico e investigador que hablan de una auténtica revolución, con implicaciones más allá del intestino y que se ha vuelto clave en el tratamiento de determinadas patologías y dolencias.
Lejos queda el término flora intestinal, que tanto se popularizó hace unos años. Hoy ya se habla de microbiota para hacer referencia a todos los microorganismos que forman parte de nosotros y se sabe que no solo existe la intestinal, sino que también nuestra boca, piel o aparato urogenital cuentan con su propia comunidad bacteriana.
El equilibrio de nuestra microbiota es el pilar sobre el que se sustenta el estado de salud general y modularla, es decir, actuar sobre ella cuando se encuentra alterada para tratar de poner cada ‘familia’ de bacterias en su sitio y en la cantidad adecuada, es la base de la Microbioterapia. Los probióticos son la herramienta que se utiliza para aplicarla, es decir, microorganismos vivos de derivación humana y de cepas específicas que consiguen ejercer un efecto beneficioso para el organismo.
Si decíamos que la Medicina moderna está siendo revolucionada por las investigaciones sobre microbiota, más todavía podríamos aplicar esta situación a todo lo que tiene que ver con la salud femenina, a la que muchas veces se ha prestado menos atención, pero que a día de hoy cuenta con un número muy importante de profesionales dedicados a su estudio.
Aunque es indudable y exigible que la igualdad de género sea una realidad a nivel social, en el plano bioquímico y metabolómico, “hombres y mujeres no somos iguales”. Lo explica la ginecóloga y médico PNI Annalisa di Rocco, experta en enfermedades femeninas, como el síndrome del ovario poliquístico o la endometriosis. Esa diferencia obliga a que la investigación y los tratamientos se hagan con perspectiva de género, incluidos aquellos que tienen que ver con la integración probiótica, “porque incluso cambian las cepas que nos pueden resultar útiles a nosotras”.
La elevada actividad hormonal que caracteriza la vida de una mujer, desde su menstruación hasta la menopausia, pasando por los embarazos, si es que se tienen, está detrás de muchos episodios relacionados con su salud, pero los últimos estudios y las evidencias en la práctica clínica han demostrado en los últimos años que algunas de las enfermedades no son solo una cuestión de hormonas.
La endometriosis, una patología que ya no es invisible
Según estimaciones del Ministerio de Sanidad, entre uno y dos millones de mujeres en España sufren endometriosis, una enfermedad que se caracteriza, tal y como explica Di Rocco, “por la implantación del tejido endometrial fuera del útero: en las trompas de falopio, en los ovarios, en el peritoneo… O incluso en lugares más distantes, como en heridas operatorias, en los pulmones o en el intestino”.
Este sobrecrecimiento del tejido del endometrio provoca síntomas tan variados como menstruaciones abundantes y dolorosas, incomodidad pélvica, problemas digestivos, molestias en la espalda y dolor de cabeza, entre otras sensaciones que, en muchos casos, se cronifican, condicionando el día a día de las mujeres que los padecen.
Aunque en un primer momento se pensaba que la endometriosis solo dependía de cuestiones hormonales, “ahora sabemos que es una patología en la que hay muchos otros factores implicados, sobre todo el sistema inmunológico”, afirma la ginecóloga. A través de la realización de biopsias, se puede comprobar que existe “una importante carga inflamatoria”, que lleva a los profesionales a pensar “que detrás de la endometriosis también hay un problema metabólico”.
La composición de la microbiota también es determinante en las pacientes con esta dolencia. El ecosistema bacteriano vaginal está alterado. “Incluso en el endometrio también hay una microbiota determinada, que está influenciada por nuestros ciclos hormonales”, en los que tiene un papel protagonista la progesterona, la hormona sexual que segrega el ovario femenino con el fin de preparar el útero para que una posible fecundación tenga éxito. Esta alteración de las bacterias que habitan en la microbiota vaginal, “además de la elevada exposición a estrógenos que existe a día de hoy” provoca que haya filtraciones de bacterias y toxinas patógenas, “que generan una respuesta inflamatoria”.
Ante las nuevas evidencias, Di Rocco considera necesario que se planteen alternativas terapéuticas, que pasan por “cambiar el estilo de vida y la alimentación y realizar una reparación de la microbiota con organismos vivos, para frenar así la entrada de bacterias patógenas”.
La ginecóloga lleva muchos años utilizando la Microbioterapia con sus pacientes, “suministrándoles probióticos tanto por vía oral como por vía vaginal. Actualmente, trabajo con dos productos del Laboratorio Bromatech, el Enterelle Plus y el Femelle en un tratamiento de más o menos tres meses y los resultados son fantásticos”. “Hay pacientes que han mejorado su calidad de vida en un 70%”, afirma la médico, que incluso ha aplicado en alguna ocasión la Microbioterapia para frenar al virus del papiloma humano, “también con grandes resultados”.
La Cándida, una alarma de la disbiosis
Las infecciones por candidiasis también forman parte del día a día de la salud femenina, afectando a la zona vaginal y causando grandes incomodidades. Normalmente suelen ser de repetición y los tratamientos apenas palian la problemática de manera puntual.
La ginecóloga afirma que el sobrecrecimiento de Cándida no deja de ser una “alarma que nos está avisando de que esa mujer presenta un importante estado de disbiosis. No se trata de atacar a la Cándida sin más, sino de preguntarle qué es lo que nos está diciendo”, afirma.
De hecho, hay algunos estudios que apuntan a que la proliferación de este hongo “sirve para mantener a raya el sobrecrecimiento de otros microorganismos que pueden ser mucho más patógenos, como las enterobacterias u otras bacterias anaeróbicas”. En estos casos, asevera Di Rocco, se debe hacer también una reparación de la microbiota para restaurar su equilibrio.
El SOP y su relación con la insulina
Junto con la endometriosis, el Síndrome del Ovario Poliquístico (SOP) es la otra gran patología que afecta al género femenino y que en España se calcula que sufren cerca del 10% de las mujeres. “En este caso, lo que ocurre es que hay óvulos que comienzan a madurar pero que no llegan a la segunda fase de la ovulación ni a crear lo que se conoce como el cuerpo lúteo, una estructura de producción hormonal que aparece al finalizar este proceso”.
A día de hoy, explica Annalisa Di Rocco, “sabemos que este síndrome está íntimamente relacionado con la resistencia a la insulina, que a su vez provoca que el ovario haga resistencia a la progesterona y a la proteína lectina”. De ahí que la especialista trate de reducir el índice glucémico de sus pacientes, “tanto con cambios en la dieta, como a través de la mejora del estilo de vida y el fomento del ejercicio, y reparando y reponiendo la microbiota”.
Pero… ¿qué probióticos debo tomar?
Ante todas estas evidencias médicas, es importante conocer qué características deben reunir los probióticos para que puedan ser utilizados en las terapias de integración y de modulación de la microbiota. Porque, no. No todos los probióticos son iguales.
Para que las cepas bacterianas puedan realizar sus funciones correctamente y generar un beneficio en el organismo de quien las toma, deben ser resistentes al ácido gástrico y no morir cuando llegan al estómago. Una vez pasan esa barrera, deben ser capaces de formar colonias, para así quedarse en el intestino y no ser eliminadas con las heces. Por último, deben ser de derivación humana, como requisito indispensable para que sean beneficiosas para nuestro organismo.
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